jueves, 5 de julio de 2012

El libro que todos deben leer

Es cierto, últimamente sólo hablo de libros en el blog, pero es que mi vida es tan anodina que nada tengo que contarles salvo mis lecturas. Ahora que empieza la temporada de conciertos veraniegos al fresco igual me animo y les hablo de alguno. Por ejemplo, el miércoles de la semana pasada, mientras la población olvidaba los recortes económicos con el consabido espectáculo heroico-patriótico, un selecto puñado de ciudadanos disfrutamos en el patio del CICUS con la proyección de la prodigiosa Amanecer  de Murnau, con banda sonora compuesta para la ocasión e interpretada magistralmente por Dan Kaplan y sus chicos de Krooked Tree. Si se lo perdieron, o llegaron tarde y borrachos que al caso lo mismo da, en el pecado llevan la penitencia. También magnífico ha sido ciclo Electrochock, aunque de él no les contaré nada porque he vendido la exclusiva a la prestigiosa revista Go Mag y a ellos me debo.

Así que seguiremos con los libros. Y no con una marcianada más de las habituales, sino con uno de obligada lectura. Y creo que es la primera vez que cometo en este blog la ordinariez de decirles que se lean un libro, y espero que sea también la última; pero en este caso asumo el riesgo. Y estén seguros de que si lo hago es sólo por su bien. Bueno, el libro en cuestión se llama Bad Science y su autor, Ben Goldacre, es médico y columnista para asuntos científicos de The Guardian. Goldacre tiene también un blog con el mismo título, aunque últimamente lo actualiza incluso menos que yo él mío, que ya es decir. En cuanto al libro, tiene ya unos años, pero aquí seguimos fieles a la costumbre de distanciarnos de la actualidad. Creo que hay edición española aunque yo comento sobre la original inglesa.

El libro trata de ciencia pero también de salud. Concretamente del modo en que los temas científicos relacionados con la salud son presentados en los medios de comunicación. Porque no se confundan: quizás hoy la prensa hable mucho de física a raíz del hallazgo del bosón de Higgs, y hasta haya salido un prelado tranquilizando a los creyentes y asegurándoles que la dichosa partícula no tiene suficiente masa como para conmover los cimientos del dogma. Pero la mayoría de las noticias sobre ciencia que publican los periódicos están relacionadas con la medicina. Y el problema es que su enfoque suele ser, casi siempre, desorientador y sensacionalista. Goldacre lo atribuye sobre todo a la incompetencia de los redactores, personas de letras que piensan que los hallazgos científicos son ideas brillantes que surgen de pronto de la mente de señores con muchos títulos académicos; en lugar de considerarlos la conclusión de numerosos experimentos que tratan de descartar que los resultados obtenidos se deban al azar. Y claro, así les cuelan lo más grande.

Por sus páginas pasan muchas de las técnicas y teorías que tratan de vendernos como ciencia sin serlo: las dietas antioxidantes, la homeopatía, la cosmética antienvejecimiento o las “energías naturales” en sus múltiples acepciones. Y salen a la luz las prácticas torticeras y los mensajes engañosos que emplean sus promotores para llegar al gran público, sabiendo que si lo adoban todo con un lenguaje vagamente científico y lo decoran con un par de testimonios reales la industria periodística les hará la campaña publicitaria gratis. Casi todos los ejemplos están sacados de la prensa británica, y de algunos de los más polémicos en su momento como la pretendida relación del autismo con la vacuna triple vírica aquí apenas se supo, pero el escenario es extrapolable a los medios de nuestro país.

El libro es muy ameno y divertido por el modo en que ridiculiza y da caña a todos los implicados, citados casi siempre con nombres y apellidos. Pero sobre todo es muy didáctico, ya que explica con un lenguaje asequible incluso a los periodistas y demás gente de letras en qué consiste el método científico. Aplicado a las ciencias biomédicas, se describe con gran claridad lo que es un ensayo clínico, el famoso efecto placebo y su importancia, o las razones en las que nos basamos para recomendar una determinada intervención terapéutica y rechazar otra. Yo ya tengo pensado recomendarlo el año que viene a mis alumnos en lugar de todos esos tratados y manuales que luego ni los abren. Que aprendan por lo menos algo útil.


Jorge Ben – Os Alquimistas Estão Chegando Os Alquimistas (1974)

3 comentarios:

carrascus dijo...

Eso que dice usted de los numerosos experimentos viene muy a cuento precisamente estos días con el bosón de Higgs ya que todo el mundo la ha bautizado ahora que está recién descubierta como "the god particle", cuando en realidad el nombre con que la conocían los que llevaban años y años intentando descubrirla y viendo lo testaruda que era para salir a la luz, era el de "the goddam particle". Así que ya ve usted, por mor de un editor avispado, a pasado a ser "la partícula de Dios" la que en realidad era "la partícula de los cojones".

carrascus dijo...

Mmmm... y sí; ya sé que a "a pasado" es conveniente ponerle una "h" delante.

Profesor Franz dijo...

Es difícil imaginarse al portavoz de la Conferencia Episcopal aclarando a los fieles que el edificio de la Teología no se va a derrumbar por la "partícula de los cojones"...

Sin embargo Agustín González lo habría bordado.